sábado, 14 de septiembre de 2013

Jugando con Kenningar I

Como siempre me ha llamado la atención cómo es que la pobre Sygin acabó casada con Loki, he recurrido a un poco de imaginación y a jugar con lo que sé de Loki y con los Kenningar sobre ambos -Loki y Sygin- que se conservan (una especie de metáforas ultra elaboradas que se utilizaban en la poesía nórdica y anglosajona medievales) para intentar hacerme una idea de qué pudo pasar y cómo. 

He utilizado además, esto como punto de inflexión en la caída en desgracia de Loki. Las fuentes que hablan de él son contradictorias: en unas aparece como el amigo de los Aesir, el compañero, etc... y a partir de un punto indeterminado -no tenemos taaaanto material como para hacernos una idea real de cómo iba el asunto- empieza a ser más malicioso, como si tomara venganza contra ellos.

Así que, me monto la película sumando 2+2+1/4 de imaginación XDDD (ojalá algún día se encuentre un manuscrito o un grabado diciendo que me equivoco... y, por supuesto, para el hipotetiquísimo caso de que los Aesir existieran... tíos, si meto la pata, no lo toméis a mal... dadme más datos y prometo arreglarlo. love you, guys <3 )

Está a la mitad. Literalmente a la mitad, pero creo que es lo más 'fuerte' que he escrito en mi vida, quizás porque me impliqué mucho con los personajes y yo misma empecé a pasarlo mal, no lo sé. Pero he sentido que necesito parar, de manera que dejo la primera parte aquí, y supongo que a lo largo del día o la noche llegará la segunda parte.




-No tienes por qué hacer esto.

-Lo sé. Pero quiero hacerlo.

Suspiró. La conversación se presentaba más difícil de lo esperado. Ni siquiera sabía por qué estaba él allí, por qué había aceptado hablar con ella. En realidad, sí que lo sabía. Y pensar en ello sólo le provocaba ira, se sentía frustrado e impotente. Pero no podía hacer nada para evitarlo. Así se lo habían ordenado, así tenía que cumplirlo.


Había estado temiendo el día en que Ódinn le llamase para hablar de Sygin casi desde el día en que llegó al Ásgard desde Jánvirdr. Y lo había estado evitando también desde entonces. Porque decir que no al Señor de los Aesir no era algo que pudiera hacerse sin consecuencias. Ni siquiera siendo su hermano juramentado.

Lo había intentado de todas formas.

-No veo el motivo por el que hubieras de rechazarla, Loki

-Será desgraciada por la eternidad.

-No lo será si no le haces serlo. ¿Por qué ibas a hacerla desgraciada?

-Porque no puedo darle lo que quiere de mí.

-¿Qué te lo impide?

Loki guardó silencio. Siempre le resultaba difícil comprender qué podían tener los Aesir contra la giganta de Jánvirdr que le había dado 3 hijos en el pasado. Y a la que habían mandado a las estancias de Hel sin miramientos.

-Ha pasado tiempo, Loki-Reanudó el Aesir su discurso, interpretando correctamente su silencio.

-Muchas cosas han quedado atrás en el tiempo, y aun así no han sido del todo olvidadas.

La insinuación hizo que el Aesir apartara la mirada de su único ojo de él. Porque recordaba. Porque aún lo anhelaba. Porque aún tenían encuentros en la oscuridad del invierno.

-No es lo mismo, hermano.

Loki también captó el significado implícito de las palabras de Ódinn. La forma en la que pronunció la palabra hermano, casi como un insulto. Dejaba bien claro que a pesar de su juramento, él seguía siendo el Señor de Ásgard. Aquel tono no admitía lugar a réplica.

-Sólo trátala bien. Todo lo demás, a ella le dará igual.

-¿Por qué tienes tú tanto interés en casarme con Sygin, Ódinn?

-Esa es una pregunta para la que no obtendrás respuesta de mis labios.



Aquello cerró la conversación para siempre, y ahora estaba en los jardines de Ódinn, intentando gastar su última carta: convencer a Sygin de que no le convenía casarse con él.

-No puedo amarte.-insistió.

-Puedo vivir con eso.

-¿Cómo vas a poder vivir con eso?

La muchacha se encogió de hombros y sonrió. Era realmente hermosa, joven, con los cabellos dorados cayendo en cascada sobre sus hombros blancos. Todo inocencia y candor. Pero también había fuerza y determinación. Cuanto más tiempo hablaban, más fuertemente se instalaba una idea en la mente de Loki.

-El amor no es avaricia, Loki-dijo sonriente-No quiero ser tu esposa para poseerte, quiero ser tu esposa para complacerte.

-¿Por qué harías algo así?

-¿Qué clase de pregunta es esa?

-Escúchame.

En un gesto teatral, la cogió de la mano y la guio a paso rápido, infantil y juguetón, a lo largo del jardín. Ella se mostraba encantada, caminando tras él como si fuera en busca del más majestuoso de los tesoros. Loki paró de pronto, en la parte más frondosa del jardín, donde crecían los abedules, y miró directamente a los ojos de la doncella.

-Puedo ofrecerte algo mejor, Sygin.

-¿Mejor?

-Eres fuerte y hay un poder dentro de ti del que aún no tienes consciencia. No tienes por qué desperdiciarlo en mí. Ni en ningún otro hombre. Es un poder que sólo puedes ejercer si te dedicas por entero a ti misma.

Los ojos de ella se ensombrecieron.

-¡No tienes que renunciar a nada! Existe un bosque al este de aquí, donde habitan las mujeres sabias, donde tu poder y tu fuerza podrían desarrollarse y hacerte crecer, donde llegarías a ser más grande y poderosa de lo que jamás serás a mi lado.

-Y entonces te perdería.

-¡No! No perderías nada, ganarías mucho más. En un matrimonio serías mi sierva, en el bosque sería tu igual. Ambos seríamos libres, podría ofrecerte mucho más que aquí en Ásgard.

-No es lo mismo.

-¡Es mejor!

-Te amo, Loki. Y el amor nos hace siervos del objeto de nuestro amor.

-¿Qué…? ¡Eso no es cierto!

Loki apretó con más fuerza las manos de la joven Aesir, y se dejó caer de rodillas ante ella.

-Sygin, por favor, te lo suplico, no te equivoques de esta manera…

-Yo…

El corazón del semigigante se aceleró. Los ojos de ella estaban empañados en lágrimas, podía ver, podía sentir, que en el fondo, Sygin sabía que su lugar no era ser esposa de nadie. Cuando por fin habló, Loki se sintió morir.

-Ódinn lo ha ordenado de esta manera.

-Pero al final es tu decisión, Sygin. No puede obligarte a hacer nada que no quieras hacer.

-Quiero hacerlo, Loki. Estoy segura. Esto es lo que quiero hacer.

-Está bien-dijo él finalmente con desmayo. Se levantó de nuevo, pero cuando habló, su tono era sombrío.-Casémonos, entonces.



Se dejó caer en el lecho junto a ella y se limitó a observarla. Vestía la túnica con la que se había casado, y estaba sentada al otro lado del lecho, inquieta, tirando de las mangas de lana. Loki suspiró con cansancio y se sentó con las piernas cruzadas sobre la paja, en mitad del lecho. Sygin sonrió ante lo infantil del gesto, pero seguía inquieta y callada.

-No tienes ni idea de qué se espera de ti ¿verdad?

-Síf dijo…

-¿Qué dijo Sif?

-Qué debía esperar a que me dijeras qué hacer para complacerte.

-¿Sif te dijo eso?-Loki enarcó las cejas con incredulidad. Sif no era la clase de mujer que se sienta a esperar a que su amante le diga que hacer. Lo sabía de primera mano. 

-Sí. ¿Mintió?

-Mmmm…. –sospechaba que los Aesir tenían a Sygin por una simple de mente. 

Se preguntó si la querían casada con él para aprovecharse de la inocencia de la mujer y espiar sus acciones. Tan pronto como se lo preguntó, supo que la respuesta era afirmativa, y tuvo que hacer un esfuerzo para contener su ira. Suspiró y se tumbó junto a ella con una coquetería también deliberadamente infantil. 

-Sif no te ha mentido-mintió-¿Sabes qué me complacería?

-¿Qué?

-Que huyéramos de aquí y nos ocultásemos en el bosque.

-¿Por qué?

-¡Por que aún no es tarde!-usó la voz más sugerente que fue capaz de encontrar-Podemos tener lo que ambos queremos… Puedes ser fuerte y poderosa, puedes crecer más de lo que nunca pensaste y ser un todo con los nueve mundos… 

-Pero…

-¡Ya eres mi esposa, Sygin! Eso no va a cambiar. Te estoy dando la oportunidad que ningún otro hombre te daría ¿Por qué no la tomas?

-Si no te doy hijos, el matrimonio puede romperse.

-Sólo si yo lo pido. Y no lo haré, lo juro. Tienes mi palabra; soy tu esposo y lo seré hasta que se cumpla el Destino de los Aesir. Nada va a cambiar eso.

-Sería la peor esposa del mundo…

-¡Serías la mejor esposa de los nueve mundos! 

-Si no te doy hijos…

-¡Ya tengo cuatro hijos, Sygin! Mi linaje está salvo de la extinción.

-Pero, Sif…

-¿Qué dijo Sif esta vez?

-Ninguno de tus hijos puede darte nietos. Es mi deber darte hijos sanos y…

-¿Qué?

-Yo no…

-Eso no es lo que dijo ¿verdad?

-Yo…-No sabía qué decir. Vio cómo se ruborizaba, acorralada entre la lealtad a su consejera y la lealtad a su recién estrenado marido.

-Dijo que como todos mis hijos son monstruos, nacidos de monstruos, tú puedes arreglar eso ¿verdad?

-Loki…

-Y tú estás de acuerdo, supongo.-las palabras eran comedidas, en tono bajo, casi en susurros. Afiladas, cargadas de odio, rabia y resentimiento. Odio hacia los Aesir que manipulaban doncellas, rabia hacia su hermano, que dictaba las órdenes según su conveniencia. Resentimiento hacia la muchacha que creía cada palabra que salía de los labios de los Aesir.

-Yo nunca he dicho que…

-No te molestes.

-Yo…

Con un movimiento brusco, Loki se colocó sobre Sygin. La Aesir no podía moverse, pero tampoco se revolvió, ni hizo intento de zafarse. Resultaba frustrante y doloroso, y quería prender fuego la estancia.

Casi sin darse cuenta, comenzó a llorar. Y sus lágrimas hicieron que Sygin malinterpretara sus siguientes palabras.

-¿Quieres darme hijos normales y sanos?

-Sí-dijo ella. 

Alargó la mano para acariciar su rostro en lo que ella pensaba le confortaría, pero él la apartó de un golpe. 

-Entonces-dijo, mientras tiraba de la túnica de ella para arrancársela del cuerpo, sin mucho éxito.-No perdamos tiempo.



No podía siquiera escuchar su respiración. Sygin estaba muy quieta, encogida sobre sí misma, de espaldas a él. Suponía que tenía que estar revolviéndose de dolor, pero no hizo intento alguno por acercarse a ella o confortarla. Sentía que había roto quebrantado alguna clase de ley natural, algo que no debía haber traspasado.

No era capaz de identificarlo, pero algo se había roto dentro de él. No podía soportar verla, no podía soportar estar en la misma estancia que ella. La miró una última vez antes de levantarse, en un intento de sentir si el arranque de violencia injustificada había resultado en un embarazo. No sintió nada, y entonces el corazón se le paró en el pecho: la propia naturaleza se había vuelto contra él, aquello que tanto tardara en comprender mientras estaba con Ella, mientras vivía con las gigantas de Járnvidr, le daba la espalda.

Se levantó con rapidez y salió de la estancia intentando hacer el menor ruido posible. Una vez en los pasillos, comenzó a caminar sin rumbo en el palacio de Ódinn, donde la boda se había llevado a cabo.

En la estancia, Sygin suspiró con cierto alivio al sentir que Loki marchaba. Estaba dolorida, tenía moratones por el cuerpo y cada vez que se movía parecía que un hierro ardiente se incrustaba en sus entrañas. Sentía que había perdido algo. El hombre que, indudablemente, la había dejado embarazada, no era el mismo hombre con el que había hablado en los jardines. No era el mismo que le había ofrecido huir a un bosque mágico. No era el mismo al que había amado en silencio, resignada a no ser correspondida, durante años.

Se preguntó cómo habría sido si hubiera aceptado la propuesta y hubiera marchado al bosque. Se preguntó, por primera vez en la vida, si los Aesir estarían equivocados.

Y lo que no consiguieran el dolor y el dolor y el desengaño, lo consiguió el pensamiento. Lo consiguió darse cuenta de que sólo la habían dado a Loki para cumplir sus propios propósitos, no para satisfacer los de ella. Loki, el Loki que ella amaba, el que había jugado con ella en los jardines, tenía razón, la mejor opción habría sido no casarse con él. No casarse con nadie.

De alguna manera, sentía que aquella oportunidad ya había pasado de largo, que era demasiado tarde para intentar enmendar el error.

En la mañana de su primer día de casada, Sygin rompió a llorar.



Llevaba caminando sin rumbo un tiempo, cuando la idea llegó a su mente. Todos los Aesir se habían reunido para su boda, y todos estaban aún en el palacio de Ódinn. De alguna manera, aunque sabía que sólo había sido la mensajera de la voz popular, Loki sentía que Sif era la culpable de sus desdichas. Sif, la mala consejera.

Sabía dónde encontrarla, por supuesto. Thor dejó claro que marcharía con las primeras luces hacia el este, y Sif iría a despedirle. Casi sin darse cuenta, Loki había puesto rumbo a los jardines, y, como esperaba, Sif estaba allí, sentada junto a la fuente peinando sus largos cabellos. Alguien debería cortárselos, pensó Loki, y dejar en evidencia sus malas artes.

-Buen día.-saludó.

-Buen día, Loki.

El medio gigante se sentó en junto a la Aesir sin ser invitado. Ella dio un respingo.

-¿Tomando un respiro? ¿O has venido a recoger flores para la novia?

-Eres una mala mujer, Sif. Ninguna como tú en el Ásgard.

-¿Cómo te atreves, afeminado?

-¿Cómo me atrevo? ¿Cómo te atreves tú?

-¿Qué mal te he causado?

-¿No han sido acaso tus malos consejos los que han arruinado la vida de Sygin?

-¿Por qué iba a ser desgraciada?

-No es de tu incumbencia.

-¿Qué has hecho, Loki Laufeyson?

-¡No es de tu incumbencia! Sólo tu culpa…

-¿Crees que soy idiota? ¿Qué no veo tu rabia y tu culpa?

Loki guardó silencio.

-¿Por qué no podías ser al menos bueno con ella? No vas a encontrar a nadie que te sea tan leal…

-¿Por qué lo hicisteis?

-Era inevitable.

-¿Qué?

-La profecía dice que Sygin y tú tendréis dos hijos. Tenía que pasar.

-¿Qué profecía?

-La del Ragnarök, naturalmente.

-¡Oh, los Aesir y vuestra profecía!-Loki se levantó, sin saber qué más hacer. Sentía la desesperación de una forma que nunca antes la había sentido-¿Todo gira en torno a ella? ¿Es que no veis que lo único que conseguís es ayudar a complirla?

-¿Clamas saber más que los Aesir, Jötun?

-¡Me habéis convertido en un monstruo!

-Siempre lo has sido.

-¡He dañado a mi esposa, Sif! De forma irreparable…

-No veo que haya protestado.

-Porque le habéis hecho creer que es lo normal.

-No recuerdo que fueras un amante tosco, Loki.

-No te acerques a mí.

Sif se levantó y dejó que los cabellos cayeran por su espalda. Luego comenzó a andar hacia los salones de Ódinn.

-Eso querrías. No me culpes por la simpleza de Sygin, Loki.

-Vigila esa lengua, puta. Es de mi esposa de quien hablas.

-¡Qué valeroso y gentil de tu parte Loki, salir en su defensa! ¿Por qué no pensaste en ello antes de violarla?

Y Loki, el Herrero de las Mentiras, no supo que contestar. Permaneció solo, en los jardines, en silencio, durante un tiempo. El viento soplaba frío cerca de la fuente, y allí se dejó caer, deseando la muerte. Lo único que le evitaba sumergirse en el agua hasta dejar de respirar, era la sed de venganza.

Era por Sif que se había convertido en un monstruo y, algún día, tomaría su cabellera como venganza, condenándola al escarnio público. Por el momento, todo lo que aquel de Pensamiento Inquieto podía pensar hacer, era llorar arrepentido.

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