jueves, 12 de septiembre de 2013

Þrymskviða (relato)



Aunque el viento soplaba en el exterior, sentía calor tumbado entre suaves pieles de lobo. Un trueno sonó a lo lejos, obligándole a cambiar de postura. Giró sobre sí mismo hasta dar con el pelaje espeso del cachorro que dormía junto a él y se sumió en un sueño más profundo. Entonces, lo onírico se fundió con los recuerdos, y soñó con el tiempo en que tenía algo más que un cachorro en su lecho y en un lecho más pequeño podía escuchar la respiración calmada de un recién nacido. 

Escuchó entre sueños el sonido del cachorro de lobo, buscando una fuente de alimento. Parecía haber decidido que él era aquella fuente, y golpeaba con su hocico su pecho desnudo. Se sintió de alguna forma halagado, e intentó desperezarse.

Cuando al fin abrió los ojos, sintió un ramalazo de decepción. Como si el contacto con la realidad le hubiera golpeado de pronto en el rostro. El lugar estaba oscuro y frío, y él estaba sólo, con un pequeño lobo que no era el suyo. Tener el cachorro con él le había recordado los tiempos en que ella solía vivir allí con él. O, mejor dicho, cuando él solía vivir allí con ella. No se permitía decir, ni siquiera pensar, su nombre. Mucho había sido dicho ya, y no se abandonaría a esa falta. No en su propia casa, no en su propio bosque.

Miró al lobo recién nacido que buscaba a su alrededor. Tenía los ojos cerrados aún. Lo había encontrado cuando llegó al bosque, merodeando sin rumbo, como podía, cerca de la entrada de la cueva, y lo había metido a su resguardo sin pensar. El invierno estaba próximo, y los vientos eran cada vez más fríos. Si lo hubiera dejado en la calle, muy posiblemente estaría ya muerto. Y no tardaría mucho en morir, si no encontraba una forma de alimentarle.

Tomó al cachorro en brazos y salió de la cueva. Sus ropajes eran de lana, no suficiente como para protegerle del viento que soplaba en Jánvirdr, pero cargar con el lobo le protegía un tanto. Se convertiría en un lobo gigante después de todo, y aun siendo un cachorro, era grande. 

No estaba seguro de encontrar nada con qué alimentarle, ni siquiera estaba seguro de saber cómo iba a hacerlo, de modo que sus pasos le dirigían, casi de forma inconsciente, a la morada de una de las hermanas. No había veredas ni caminos en el bosque, y los abedules que crecían en aquella parte del mismo no ayudaban a orientarse. Con razón se decía que adentrarse en él sin un guía era un suicidio para cualquiera. Pero él había tenido guía, tiempo atrás, cuando había sido aceptado en su seno, y recordaba las señales, invisibles para la mayoría, que permitían llegar a su destino.

El pequeño lobo se impacientaba. Intentaba morder sus cabellos y luego los soltaba con un bufido. Miró a su alrededor en busca de algún tipo de planta lechosa con la que pudiese mantener ocupado el apetito del lobo, pero no la encontró. En su lugar, entre la maleza, pudo ver el cadáver aún entero de la que parecía ser la madre del lobo.

Hubiera podido jurar que estaba dormida de no ser por la capa de escarcha que la cubría. Se preguntó si, tan vez, aún hubiera opción de que el cachorro pudiera alimentarse de ella, y lo dejó en el suelo junto a él. Se agachó junto al cadáver de la loba y comenzó a quitar la escarcha que la cubría. Parecía que el cachorro había reconocido el lugar, o tal vez el olor, porque comenzó a lloriquear. El sonido le urgió a trabajar más deprisa, aunque algo le decía que no valía para nada el esfuerzo.

-No puedes salvar a todas las criaturas vivientes, Loki hijo de Laufey.

-Pero puedo intentarlo.

Sólo obtuvo una risa como respuesta. No la había sentido llegar, pero eso no era nada fuera de lo común. Se movían con sigilo en aquellos parajes. Las mujeres Jötunn, sorprendían a los Aesir a menudo por su agilidad y destreza, pues ninguno solía imaginar que criaturas voluminosas de aspecto pesado pudieran ser tan gráciles. Aquello las había hecho también merecedoras de sus atenciones en más de una ocasión. Curioso le parecía a Loki que mientras que las gigantas eran preferidas por los Aesir, de entre los Aesir tan sólo su propia madre parecía haberse sentido atraída por un gigante. Él compartía esa preferencia sin saberlo, y había amado a una giganta también. A una habitante Jánvidr, además.

-Déjalo, hijo-dijo la mujer que se alzaba tras él.

Loki desistió y se dejó caer en el suelo, donde se giró para mirar a la giganta.

-No quiero que muera, hermana.

Las llamaba hermanas, aunque no lo eran realmente. Habían sido hermanas de ella. Sabía que le permitían la confianza por respeto a su memoria. Aunque también sabía que el haber sido mujer él mismo inclinaba la balanza en su favor. Ningún hombre era bienvenido por mucho tiempo en Jánvidr, nunca más allá de la cortesía. Pero el hijo de Laufey era a la vez hombre y mujer, madre y padre, y aquello les gustaba a los habitantes del bosque. Era un todo en una sola persona.

La mujer extendió el brazo para ayudarle a levantarse. Loki sonrió, aceptando el gesto. En Ásgard, aquello hubiera podido considerarse una ofensa a la masculinidad del ayudado. Allí no existían esa clase de agravios. Por eso la habían llamado Angrboda a ella, aunque no era su verdadero nombre. Porque consideraban que se comportaba de forma inadecuada para su sexo, y traía desgracias.

-¿Te lo llevarías a Ásgard, entonces?

-Lo haría con gusto, si supiera cómo cuidarlo…

-He escuchado que Thor posee dos machos cabríos dignos de elogio. Apostaría a que tiene en su haber también cabras que hayan dado a luz recientemente.

-Es posible, sí.

-Llévate al pequeño al Ásgard, Loki. Y aliméntalo con la leche de las cabras de Thor.

-Tendría que engañarle primero para que me dejara hacer uso de ella.-No le gustaba hacer esa clase de pactos con Thor. Siempre acababan, de alguna manera, saliendo en su contra.

Sin embargo, la giganta sonrió.

-Tal vez puedas ofrecerle a cambio algo que él quiere…



Ásgard era mucho más que las estancias de los Aesir. Estaba formado de imponentes montañas y bosques frondosos, sinuosos senderos, altas cascadas y valles cuyo final la vista no alcanzaba. 

Era en uno de estos valles que el lago Ámsvartir se encontraba y Loki caminaba cabizbajo, con el cachorro de lobo aún en sus brazos, por un sendero de piedra en la isla que en él se hallaba, Lyngvi. Nadie habitaba allí, y sólo se escuchaba el silencio. Desde la orilla del lago, la isla apenas podía vislumbrarse entre la bruma. Pocos osaban a pisar aquella tierra yerma, menos aún desde la llegada de su nuevo morador, varios años atrás.

A él era a quien Loki iba a visitar. Confiaba en ser bien recibido, pero se le encogía el corazón con nada visita. Suspiró antes de entrar en la cueva y comenzar su descenso.

-¿Quién va?-dijo una voz aburrida desde el interior de la montaña.

-¿Es que ya no reconoces a tu propio padre?-no había amargura en su voz, tan sólo temor. Suponía que llegaría un día en el que perdería el juicio por el encierro, pero esperaba que ese día no fuera tan rápido.

-No vienes solo…

-No. Te traigo compañía.

Cuando al fin el estrecho camino se abrió en una inmensa sala, oscura salvo por nueve antorchas que ardían en la pared, Loki se detuvo. Posó la mirada en el enorme lobo gris que estaba atado a una columna de piedra y suspiró. Había guardado una distancia prudencial, pero era casi por instinto. En cuanto fue consciente de ello, se acercó más al lobo.

-¿Me has traído un cachorro moribundo?

-No, sólo un cachorro. Pensé que…

-Espero que no pensaras que voy a comérmelo.

-¿Qué? ¡No! Pensé que, si conseguía que sobreviviera, podría hacerte compañía.

El lobo no contestó. Se tumbó en el suelo y posó la cabeza sobre las patas delanteras con indiferencia.

-No puedo alimentarle. 

-Lo sé.

Se sentó en el suelo y dejó el cachorro junto a su hijo. Al sentir el calor y el olor de los de su propia especie, el pequeño lobo comenzó a gruñir con suavidad, pidiendo comida. El lobo miró cómo el cachorro se le acercaba y se caía sobre su lomo tumbado y gruñó.

-¿Cómo quieres que sobreviva?

Loki intentó ocultar la sonrisa. Había conseguido llamar su atención.

-Pues, de momento, una de las Hermanas le ha dado algo de comer que no he identificado. Pero he pensado pedirle a Thor que me permita darle leche de sus propias cabras.-hablaba en tono de cháchara, casi como si lo diera por hecho.

-¿Y cómo pretendes conseguir semejante favor?

-No lo sé.

-No condenes a morir a esta criatura.

-Te prometo que no lo haré-se levantó e inició su camino hacia la salida- Marcho ahora a Þrúðvangr, espero ser bien recibido en el palacio de Bilskirnir.

-Yo no contaría con ello.- 

Loki se encogió de hombros una vez más y reinaguró su camino. Como si una idea hubiera llegado de pronto a su cabeza, se paró de pronto.

-Fenrir-llamó. Como respuesta sólo obtuvo un gruñido-¿Cómo le llamarás?

-¿Necesita nombre?

-Todas las cosas necesitan nombre.

El lobo lo pensó un momento. Apartó al pequeño de sí con el hocico, pues intentaba mamar de él. Sólo entonces habló.

-Le llamaré Sköll.



El Salón de los Héroes tenía un aspecto imponente. Desde lejos, para aquellos que no lo conocieran, bien podía parecer una montaña tallada que reflejaba la luz de la luna sobre su falda.

Loki no se mostraba especialmente impresionado. Había acudido allí en varias ocasiones, y siempre le había parecido… ostentoso. Quizás porque la primera vez que acudió fue tras vivir en el bosque durante años, y no comprendía del todo su razón de ser. No importaba, sólo tenía que hablar con Thor unos momentos y volvería al bosque. Hacía mucho tiempo que no se le necesitaba en Ásgard.

Para su sorpresa, cuando el guardián de la puerta le vio aparecer, pareció aliviado. Tanto, que incluso abandonó su puesto para acudir a su encuentro.

-¡Loki! ¡Menos mal que estás aquí!

-Ah… ¿Sí?

-Thor te ha mandado buscar, pero nadie te localizaba.

-No estaba por aquí…

-No importa, no importa. Es que, cuando pierde la paciencia…

Loki asintió. No quería más detalles, la furia del mediogigante era casi de leyenda.

-Llévame hasta él, entonces.

El guardián abrió las puertas del palacio, y entraron a una enorme estancia, en cuyas esquinas se veían sillas y mesas vacías. No hubo necesidad de mandar llamar al Aesir, que se encontraba sentado sobre la mesa principal, malhumorado, aún vestido con ropajes de cama. 

-¡Loki!

-Thor…

El gigante pelirrojo comenzó a mesarse la barba con gesto frustrado.

-Necesito que me guardes el secreto, Loki. Ha ocurrido una tragedia, y no lo sabe nadie aún.

-Claro.-aunque el tono era de urgencia, a Loki le costaba tomárselo en serio. Thor tendía a exagerar las cosas.

-¡Mjölnir ha desaparecido!

-¡Oh! ¿has mirado bien por todas partes? ¿Has preguntado a Sif…?

-¡Basta!-Thor golpeó la mesa con la mano abierta.-Esto ha de ser cosa de los gigantes, bien lo sabes tú.

Se encogió de hombros. Como si él supiera algo. Y entonces, se le ocurrió que tal vez sí que sabía algo. Sonrió. ‘Tal vez puedas darle algo que él quiera’ Las palabras sonaron en su mente como un bálsamo.

-Si quieres, puedo ir a Jötunheim y preguntar.

-¿Lo harías?

-Lo haría si…

-¿Vas a intentar negociar conmigo, afeminado?

Loki bufó.

-¿Quieres que vaya a Jötunheim o no?

-¡Habla!

-Tan sólo… pediría que me dieras algo de leche de tu rebaño.

-¿Sólo eso?

-Sólo eso.

-¿Para qué?

-¿Acaso importa?

-La verdad es que no.- Thor rompió entonces en carcajadas y palmeó la espalda de su invitado con vehemencia-¡No tenías ni que haberlo pactado, Loki! ¡Nadie puede decir de mí que no soy generoso!

No podía decirlo en verdad. A menudo sacrificaba sus propios machos cabríos en el Midgard, para compartir con campesino y pastores humanos. Mjölnir se encargaba después de que viviesen de nuevo.

-Sin embargo…

-¿Qué ocurre ahora?

-Viajaría más deprisa con las plumas.

-Sin duda. Ven, salgamos de aquí.

-¿Nos vamos? ¿En ropa de dormir?

Thor arrastraba a Loki fuera del palacio, impaciente.

-¿Qué importa eso ahora? ¡He de recuperar a Mjölnir!

-¿Dónde vamos?-preguntó Loki mientras seguía a su anfitrión. Ambos eran medio Jötun medio Aesir, pero Thor era mucho más corpulento que él. No le sorprendía que infundiese terror a humanos y gigantes por igual.

-¡A casa de Freyja! ¡Ella tiene las plumas!



Fólkvangr no tenía guardianes en las puertas. La morada de Freyja era mucho más estilizada que la de Thor, con grandes torres brillantes, y puertas permanentemente abiertas. Muchos entraban por sí mismos, pero ella misma salía a recibir a los amantes separados por la muerte.

Antes siquiera de que el carro de Thor pisase la tierra, ya estaba llamándola a gritos, y para el momento en que llegaron a la puerta, la hermosa vanir les esperaba.

-¿Qué queréis de mi, que me urgís con tanta prisa?

-¡Mjölnir ha desaparecido!-aulló Thor con vehemencia.

Loki sonrió. Tanto pedirle guardar el secreto para luego pregonar su contenido a la primera oportunidad.

-¿Cómo es que eso me afecta?-preguntó la vanir con coquetería.

-De ninguna manera-se apresuró a contestar Loki. No quería presenciar el flirteo de Freyja con Thor. Ni con nadie. No desde que la viera en la cama con su propio hermano gemelo, Freyr.-Sólo estamos aquí para pedirte que nos prestes las plumas para volar y poder recuperar el martillo.

-Claro, porqué no. Pasad.

Esperaron más de lo que hubieran querido, sentados en bancos de piedra contra paredes que brillaban como plata. Nadie servía aún el vino y la hidromiel, Sessrúmnir estaba callado.

Llegó entonces Freyja portando consigo un manto emplumado, que colocó sobre los hombros de Loki con delicadeza.

-Os lo prestaría aunque fueran plumas de oro, bien lo sabéis.

-Gracias-fue Thor el que habló.

Loki no podía contestar entonces, porque estaba tornándose en pájaro. Ensayó un par de movimientos con las alas para probar el equilibrio.

-Cuida las plumas, Loki, que te confío. Sabes que me son muy preciadas.

-Así lo haré, Freyja, tienes mi palabra.

Y voló desde el Ásgard hacia Jötunheim, mientras los otros le observaban marchar.

-Deberíamos convocar asamblea, Thor-propuso Freyja.-No es cosa de broma que Mjölnir desaparezca.

El gigante pelirrojo la miró. No le gustaba rebajarse a que sus problemas fueran discutidos por todos, pero Freyja tenía razón: Mjölnir era algo más que un simple martillo.



Cada vez que tomaba una forma diferente a la suya propia, perdía un tanto de su propia consciencia. De haber sido Loki plenamente, la sola visión de las paredes de hielo que componía las estancias de los jötun, y que dejaba el palacio de Thor reducido a miniatura, hubieran sido suficiente para hacerle conmover. Más aun teniendo la opción de verlo desde las alturas.

Sin embargo, en ese momento era Loki sólo vagamente, la mayor parte de su mente funcionaba como la de un pájaro, y, para ellos, un palacio es un palacio, y el cielo su rutina.

Descendió hasta los establos, y allí retomó con dificultad su verdadera forma. El primer ser vivo que se encontró fue al gigante Thrym, ocupado en cepillar su caballo, con sus perras de caza atadas junto a él con cintas de oro. Loki frunció el ceño: por comparación, Thor no era tan ostentoso.

-¡Buena nueva!-saludó Thrym al percatarse de su presencia-¿Qué te trae por aquí sólo, Loki? ¿Qué me cuentas de los Aesir? ¿Cómo les va a los Elfos?

-De los Elfos poco puedo decirte, Thrym, pues es Freyr y no yo quien vive entre ellos. Los Aesir en cambio… ¿sabes tal vez quién robó el martillo de Thor?

El gigante rompió a reír, con una risa estruendosa que a Loki le recordó de inmediato a Thor. Le recorrió un escalofrío. Thrym tenía aún peor carácter, y no corría por sus venas sangre Aesir que templara su ánimo.

-¡Yo mismo lo hice! Y lo enterré allí donde nadie pueda encontrarlo.

-¿No?-rogó Loki con desmayo.

-A no ser, claro está, que me permitan casarme con Freyja.

-Creo que ella tendría algo que objetar a eso.

-Mala suerte entonces. Thor tendrá que aprender a vivir sin su martillo.

Thrym ni siquiera se molestó en despedirse. Pese al cansancio que ello le suponía, Loki volvió a cambiar de forma y voló de vuelta al Ásgard.



-¡Loki!-Gritó Thor cuando le vio regresar. Apenas se había posado en el suelo y tomado forma de hombre, el medio Aesir cayó desvanecido por el agotamiento.

El gigante le tomó en brazos, tal era su fuerza, y le llevó sin esfuerzo al interior de las estancias donde la asamblea se hallaba reunida. Hizo traer un cuerno con hidromiel y, despacio, fue vertiéndolo en la garganta del desmayado Loki hasta que recuperó levemente la consciencia.

-Lamento tu fatiga-se disculpó Thor. Mantenía la cabeza de Loki sobre su corpulento brazo.-Espero al menos que no haya sido en vano.

-No lo ha sido, no lo ha sido. 

-¿Has descubierto algo, entonces?

-Thrym tiene el martillo, y lo ha escondido. A cambio de devolverlo, quiere casarse con Freyja.

-¿Qué quiere qué?

-Quiere a…

No terminó la frase, y se desvaneció de nuevo.



Cuando se despertó por sí mismo, estaba en las estancias de Thor. Era de noche, y desde el Salón de los Héroes se oían voces y música. Se incorporó despacio en la oscuridad, aún mareado. Le daba todo vueltas, y sentía que no era capaz de discernir si estaba en el suelo o en el aire, aunque el hilo de sus pensamientos era más lúcido.

-¿Estás mejor?-escuchó la voz de Thor en la oscuridad.

-mmm…-prefería no contestar. Tenía la impresión de que aún no había aprendido a utilizar bien de nuevo su propio cuerpo-¿Por qué no estás en el banquete?

-No estoy de humor, comprenderás.

-¿Qué ocurrió en la asamblea?

-¡Freyja me acusó de querer hacer de ella una puta! Y Heimdal propuso que me hiciera pasar por ella ¡y aprobaron la idea!

Loki se tomó unos momentos para sopesar la idea. Era una buena idea, en realidad. Era evidente que Freyja no iba a aceptar su papel en todo aquello.

-No es mala idea. Una vez allí, podrás recuperar el martillo y tomar tu venganza a la vez.

-Pero.. ¡Loki! –la voz de Thor sonaba aterrada- ¿Qué dirán de mí después? ¿No seré entonces conocido como el afeminado del Ásgard?

-Puede. Pero sería peor ser conocido como la caída de Ásgard, pues sin Mjöllnir ¿cuánto tardarán en caer nuestras murallas?

Loki escuchó el suspiro de derrota del Aesir.

-Si te hace sentir mejor-propuso-Yo mismo puedo acompañarte, haciéndome pasar por tu criada…

-Podría ayudar, sí.

-Decidido queda entonces-suspiró Loki- Partiremos mañana.



Cuando el carro de Thor se dispuso a partir del Ásgard la tarde siguiente, una multitud se arremolinaba en torno a él. En el carro había dos mujeres, una vestida de novia, con el rostro cubierto con un velo blanco, la otra con ropas humildes de lana y los cabellos trenzados.

Loki se acomodó en el asiento sin dirigir una mirada a la multitud. No se sentía humillado en absoluto, de hecho, se había divertido en el proceso de ‘convertirse en mujer’. No menos divertido le resultaba la indignación que percibía en su compañero. Thor hubiera dado su mano derecha de buen grado con tal de no verse sometido a la obligación de disfrazarse de novia asistido por mujeres. 

La propia Sif había prestado las ropas de su boda a su esposo, y la doncella Sygin había prestado sus ropas de muchacha a Loki. Frunció el ceño al pensar en Sygin. Había sentido la mano de ella temblar al tocar la suya, y sabía lo que aquello significaba. Y no le gustaba. Llegaría el día en que Ódinn decidiera que había pasado mucho tiempo solo desde Angrboda, y que Sygin era hermosa y leal y le amaba como ningún otro entre los Aesir lo hacía. Loki lo sabía, y por eso se alejaba de ella. Jamás podría responder sus sentimientos y su matrimonio sería desgraciado.

Suspiró, y Thor entendió aquello como el impulso que necesitaba para ordenar a sus cabras levantar el vuelo.



Hacía lo imposible para evadir la mente del ambiente de Jötunheim. Todo allí era de oro, y habían empleado muchísimos recursos para agasajar a Freyja. Thrym mismo había salido a recibirles y guiarles hasta el amplio salón.

-Podéis ver, señoras, que poseo toda clase de riquezas. Pero sólo tú, Freyja, eres lo que anhelo-decía mientras las guiaba.

Pero Thor no respondía jamás a nada de lo que el gigante dijera y Loki se veía obligado a inventar excusas inverosímiles para acallar la curiosidad de su anfitrión. Picoteaba apenas unos bocados de los manjares con los que les agasajaban, más pendiente de las reacciones de su acompañante que de su alrededor.

En el fondo, tenía gracia. Thrym tenía que estar realmente desesperado por poseer a Freyja como para no darse cuenta de que aquel individuo corpulento que devoraba cuando le ponían en la mesa no era la hermosa vanir. ¡Sin incluso podía verse la barba a través del velo!

No obstante, Thrym no se percató. A cada momento quería obsequiarla con algo, o le rogaba por un beso. Loki entonces observaba cómo el hombretón se apartaba del gigante, e inventaba alguna excusa como que ‘estaba cansada’, ‘emocionada’ o, ‘era tímida y no quería contacto hasta la noche de boda’. Y Thrym se lo creía. Se creía hasta la última palabra. Era difícil contener la risa… ¡Freyja, tímida! ¡Freyja, que se había acostado incluso con su gemelo! No comprendía qué pasaba por la cabeza del gigante. 

O más bien, qué no pasaba. Loki tenía la impresión de que Thrym era gobernado por su lujuria y no por su buen juicio.



Mientras descendía por el camino de la cueva de Lyngvi, cargando con dos enormes jarrones colmados de leche de cabra, Loki no contenía su carcajada. Había sido realmente divertido al final. Thor, el imponente gigante, remangándose la falda del vestido de novia, dejando al descubierto su musculatura, y golpeando hasta la muerte a la hermana de Thrym. Incluso entonces Loki había excusado a ‘Freyja’, diciendo que era celosa de las atenciones de su esposo y que mataría a cualquier mujer que pudiera suponer una amenaza para ello.

Fue entonces cuando Thrym, en un intento de apaciguar a la novia, se acercó a ella y precipitó su propio final. Loki seguía sin creer que se hubiera creído la farsa hasta el final.

-¿Qué es tan gracioso?-dijo Fenrir como saludo. El cachorro yacía dormido a sus pies, contra la roca.

Loki depositó los jarrones de barro en el suelo, con delicadeza, y se dejó caer en el suelo junto a su hijo, sentándose con las piernas cruzadas y acomodándose para mirarle de frente.

-No te vas a creer lo que ha pasado.-Comenzó.



Y entonces, Loki contó la historia que más tarde sería conocida como Þrymskviða.

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